lunes, 7 de marzo de 2011

Pobreza


La pobreza es un término que define la escasez o falta que padece un sector de la población. Pero, ¿Escasez o falta de qué? Escasez o falta es una percepción subjetiva que no tiene sentido si no tenemos con qué compararlo o cómo valorarlo. Por ese motivo, para objetivizar la pobreza, poder medirla o valorarla, se utilizan diferentes herramientas. Normalmente se refiere a no cubrir las necesidades básicas e incluso se mide la pobreza en términos económicos (como sobrevivir con menos de un dólar al día) o con indicadores como el PIB per cápita o el IDH. Pero, ¿realmente se puede medir la pobreza? Y si es así, ¿bajo qué criterios?

Aunque hoy en día todavía se utiliza el concepto de “necesidades básicas de la población” en cualquier proyecto de desarrollo, éste cada vez recibe más críticas. Aún así, es difícil encontrar un proyecto o política para el desarrollo que no contemple esta noción.

Una de las teorías más destacadas sobre las necesidades básicas es la Piramide de Maslow, utilizada especialmente por los expertos en marketing. Maslow creó una pirámide colocando las diferentes necesidades básicas en orden ascendente, con la premisa de que para subir un escalón de la pirámide, tienes que tener las necesidades de abajo cubiertas. Así encontramos la respiración, la alimentación, el descanso, acceso al agua potable...como requisitos de primera necesidad, seguido por la seguridad en su sentido más amplio (seguridad física, de empleo, de salud, de propiedad…), hasta llegar a la tercera escala, en la que se refleja la necesidad de socialización. La idea que cabe destacar sobre la Teoría de Maslow es la premisa de que una vez que tenemos unas necesidades cubiertas, los seres humanos desarrollamos nuevas necesidades y deseos más elevados. En algunos casos cuesta diferenciar entre necesidades básicas y necesidades creadas, haciendo todavía más complicado el establecer estos conceptos como estándares para medir la pobreza (Prugh, T and Co, 2000).

Además, ¿Cómo cuantificar que la necesidad de alimentación está cubierta? ¿Que cálculo o medidas utilizar? Esteva (1988) en su artículo de “Detener la Ayuda al Desarrollo: una respuesta al hambre”, anota el problema de calcular necesidades con su imposibilidad de hacer de ese cálculo una cuantificación universal. Las necesidades básicas son diferentes según las diferentes culturas y modos de vida, e incluso la posibilidad o la oportunidad de abastecerse y cubrirlas varían hasta dentro de los mismos países. Pongamos por ejemplo la denuncia de Colin Clark sobre la utilización de la dieta británica media como definición de hambre, haciendo de esta premisa una medición universal (Esteva, 1988). Está claro que la alimentación no es la misma en todas las sociedades y culturas, y que ese cálculo dará un concepto de medición poco representativo. Pero no se nos escapa que al “calificar de necesidades los elementos de un estilo de vida occidental idealizado permite imponerlos simbólicamente en el imaginario de otras sociedades” (Latouche, 1998). Quizás, en lugar de hablar sobre las necesidades básicas, sería más acertado hablar de la capacidad que tiene cada sociedad para satisfacer sus propias necesidades básicas (Esteva, 1988).

A lo largo de la historia siempre se ha contemplado la escasez bajo un punto de vista puramente económico (Esteva, 1988). Como dice Latouche, actualmente está bien vista la crítica a la valoración del PIB como medida de cálculo del bienestar. El cálculo de la pobreza según el PIB reduce a una medición puramente económica, sin tener en cuenta otros aspecto, como la distribución de la riqueza, las economías sumergidas o el trabajo no remunerado entre otros. No valora otros tipos de pobrezas, como la social, e incluso obvia las actividades económicas que no estan dentro de la economía de mercado. Aunque hoy en día el IDH (índice de Desarrollo Humano) valora otros conceptos como la educación y los porcentajes de acceso por género, el analfabetismo, acceso al agua potable, el índice de deforestación, emisiones de CO2, consumo de energía per cápita, la redistribución de la renta...este indicador sigue siendo insuficiente para poder valorar la pobreza, porque deja al margen otros conceptos, como la falta de libertad política o las privaciones sociales, entre otros (Sen, 2000).

Teniendo en cuenta la dificultad que supone establecer necesidades básicas universales y sistemas de medición de la pobreza precisos, parece obvia la imposibilidad de crear una definición común. Tal como indica Latouche en algunas culturas ni siquiera existe la palabra como tal. La pobreza no siempre es valorada como escasez o falta de dinero, sino que también depende de la importancia de algunos aspectos culturales.

Kapuscinski en su libro “Ébano” (1998) habla de la dificultad de encontrar un lenguaje común entre la visión occidental y las diferentes culturas del mundo africano, comparándolo con la visión distinta que cada uno tiene de contemplar el paisaje. Según Kapuscinski, los foráneos ven el paisaje con una visión alejada y reducida de gran angular, mientras que los locales “usan” un teleobjetivo para observar los detalles más insignificantes. La misma comparación sería útil para explicar cómo cada cultura puede entender el concepto de escasez de una manera tan diferente, según la importancia que la falta/escasez tenga en su cultura. Desde una visión más etnocentrista vemos el problema de la pobreza de manera alejada, comparando las carencias o escasez de recursos, servicios, mercados según las necesidades básicas y la cultura de los países Centro, sin valorar o analizar los detalles y las culturas de cada comunidad. A diferencia de las comunidades locales, donde se basan en la valoración de la escasez bajo sus propios criterios culturales. Así, quizás para una comunidad donde las relaciones con la tierra sean muy importante, una persona “pobre” será aquella que no tiene tierras, o para otra donde las relaciones familiares tengan especial fuerza, será entonces el huérfano el sinónimo de pobre, incluso se pueden encontrar comunidades donde el materialismo sea una ofensa (Esteva, 1988).

Por esto entendemos la idea de etnocentrismo y imperialismo cultural que Latouche le atribuye al concepto de pobreza, como tendencia a tomar las normas o valores propios como un baremo universal para medir otras culturas. Pero, ¿Con qué finalidad queremos definir y medir la pobreza?

El Presidente Truman de Estados Unidos, en 1949, postuló que había sociedades desarrolladas y otras subdesarrolladas, entendiendo a estas últimas como aquellas que no habían alcanzado el nivel de desarrollo de las primeras. Es decir, se entendía la pobreza como la necesidad de cubrir una escasez o insuficiencia que las sociedades desarrolladas tenían cubiertas (llegar a sus mismos equipos industriales de producción, servicios y instituciones , entendiendo siempre desarrollo como crecimiento económico)(Esteva, 1988). Según Escobar, este discurso presentó a las sociedades subdesarrolladas como pobres, pasivas, ignorantes y sin historia (Martinez, 1999). Así, al conferir un carácter de inferioridad a una parte de la sociedad mundial, se crea paralelamente la necesidad de fomentar proyectos que consigan el desarrollo y la mejora de la calidad de vida de esas sociedades pobres con la implantación de una cultura moderna de la economía, transformándolas en sociedades desarrolladas, occidentalizándolas, (Esteva 1988; Martinez, 1999; Escobar, 1998; Llistar, 2009). Ese desarrollo sería entendido, a partir de entonces, como la importación del crecimiento económico de las naciones más avanzadas a zonas como Asia, África y América Latina. Es decir, conseguir que todos los países tengan el mismo nivel de industrialización, educación y cultura que las denominadas sociedades avanzadas, pero incluyendo también sus normas y valores (Escobar, 1998; Llistar, 2009). Por eso es comprensible que Esteva (1988) afirmara que el desarrollo aparece como fruto de la escasez, aunque curiosamente sea utilizado como herramienta para combatirla.

Podríamos pensar que esto ayudaría a los países a salir de la pobreza, y a nivelar las desigualdades entre el Centro y la Periferia, pero después de 60 años de políticas para el desarrallo, no se ha conseguido ningún avance (Llistar, 2009). Millones de proyectos se han creado con el objetivo de combatir o solucionar el problema del hambre, mejorar el nivel de vida de las sociedades del Tercer Mundo y su producción, pero los índices de pobreza y las desigualdades han aumentado (Llistar, 2009). Estos no consiguieron hacer más independientes y autosuficientes a las comunidades, sino más bien fueron “adiestrados” para familiarizarlos hacia la cultura occidental industrializada (Martinez, 1999; Esteva, 1988), perjudicando “de manera irreparable en muchos casos, los sistemas inmunitarios propios de las culturas locales y de las economías de subsistencia (Parajuli, 1988).

Podemos citar por ejemplo el caso que Martinez analiza en su artículo sobre las empresas Mixtecas de México (1999). El proyecto Emmix nace con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las mujeres indígenas mixtecas y sacarlas de la miseria. Esto se quiere conseguir mediante la creación de una cooperativa que ofrece tareas de ensamblaje y maquila. Además se ayuda a las mujeres a conseguir documentos oficiales, que les permitirá recibir asistencia médica. Por una parte, la encargada del proyecto considera que está por encima de esas mujeres, que pertenece a otra clase social. Así que utiliza relaciones de poder para dirigir el proyecto sin dar oportunidad de o intervenir en la toma de decisiones. Por otro lado, las mujeres no son conscientes de que forman parte de esa cooperativa, ya que firmaron las actas de creación si saber qué ponía en el documento. El objetivo último del proyecto fue educar a estas mujeres en los conceptos de disciplina y sumisión, al mismo tiempo de contar con mano de obra barata. Además, al tener registrado a este sector de la población, el Estado extendió el control sobre ellos (Martinez, 1999).

La Revolución verde es otro ejemplo representativo de como un proyecto de desarrollo acaba beneficiando a los países Centro, aumentando la dependencia de la Periferia. Surgió como solución al hambre y, tras 70 años de aplicación, el resultado ha sido un gran aumento del negocio de los fertilizantes y pesticidas de las empresas de las “semillas mejoradas”. Así, “el hambre ha sido el mejor negocio del siglo” (Esteva, 1988).

La pobreza ha sido indispensable para el desarrollo y la expansión de los países Centro (Esteva, 1988). Como hemos visto en el ejemplo de la cooperativa Emmix, la pobreza genera un “ejército de trabajo” barato. Esto es un reclamo para las empresas multinacionales que buscan abaratar los costes de producción. Asimismo, los países Periféricos tienen gobiernos más permisivos con el Respeto de los Derechos Humanos y las Medidas Medioambietales, fomentando aún más el interés de estas empresas por establecerse allí. Así se consigue la producción de mercancías con mayor margen de beneficios y permite una mayor acumulación de capitales para los países del Centro. Si añadimos además que, con la culturalización occidental de la Periferia, creamos nuevas necesidades que el mercado del Centro puede abastecer. Podemos considerar entonces la pobreza como concepto importante para el desarrollo del capitalismo.

El desarrollo no es un asunto de conocimiento científico aplicado al logro del progreso, sino el producto de configuraciones históricas particulares entre los llamados Primer y Tercer mundo” (Parajuli, 1988)

Así, como dice Wallerstein (1983) en su libro “El capitalismo histórico”, el objetivo real de muchos proyectos y políticas para el desarrollo es, en realidad, seguir utilizando a los países Periféricos como fuente de ingresos para los países Centro.

Hay muchos tipos de pobreza, con múltiples causas, valoraciones diferentes y formas de manifestación. Tal y como hemos explicado en este artículo, la pobreza es un concepto subjetivo, de significado ambiguo e imposible de universalizar. No se nos escapa que ha sido desde el Centro desde donde se ha tratado de dar una definición objetiva, sistematizándose a un valor puramente económico. Lo social y cultural pasan desapercibido

Esto a dado lugar a la creación de políticas y proyectos de desarrollo que principalmente han favorecido a los países Centro, convirtiéndose en un nuevo modelo de colonización. Por una parte colonizando las culturas para “combertirlos” como los países Centro, y por otro lado, beneficiándose económicamente de esos países.

"En última instancia, no se trata de negar que existen pobres, sino de observar que tras lo pobre se esconden discursos diversos, con ideologías, autorías e imaginarios precisos que han servido para crear, justificar la dominación y sujeción de unos grupos sociales por parte de otros, la creación de políticas ("Sociales") y la legitimación de un orden determinado que, en muchos casos, contradice su propia letra en función de intereses creados. (Anta, 1998)

Con esta idea cierra el artículo Latouche, afirmando la relatividad de la noción de pobreza y como esta noción participa de la economización y occidentalización del mundo.